Cerro Coros – Monte Prieto

Serían las 6 de la tarde. Los bártulos, en el maletero del coche. Decidimos bajar al bar de Rodrigo, en la plaza del pueblo. Mientras bebía a sorbos aquel café que casi quemaba, estaba absortó con mis ideas, intentando bocetar la entrada en mi blog de este intenso fin de semana que estaba dando sus últimos coletazos. Desde donde estaba sentado miraba sin ver la empedrada Plaza de España. Una suave brisa sacudió las hojas del ficus que adornaba el enrejado balcón del bar. Una brisa que cuando me dio en el rostro la noté fresca. Además de sacarme de mi situación de “stand by” me hizo caer en la cuenta de que este maldito verano tenía los días contados. Un maldito verano como no se recuerda  otro en el que se han calcinado miles y miles de hectáreas, …su puñetera madre.

Esto que paso a relatar es lo que nos aconteció durante este fin de semana en un lugar único: la hermosa Sierra de Grazalema. Un fin de semana intenso, tan intenso como que hemos “degustado” dos rutas de senderismo. Dos rutas bastante dispares, por un lado una vespertina a 1.300 metros de altura, muy fresquita y otra matutina algo calurosa a 800 metros. Lo cierto es que se organizaron tres salidas al campo, pero a una de ellas no pude acudir.

Esta consistió en una fugaz salida al Puente de la Batana, a ella sí asistieron Pablo, Juan y mi hijo Juan Carlos. Una salida donde se alternaron las caídas al agua y las risas con la Herpetología

Consiguieron fotografiar una culebra viperina (Natrix maura), ofidio no venenoso que para defenderse adopta la postura de la víbora llegando incluso a silbar además de exhalar un olor muy desagradable.

Habita en zonas encharcadas y húmedas y su dieta la componen ranas y peces.

El primer sendero de este intenso fin de semana no es otro que el más que conocido Cerro Coros. Partimos del Puerto de las Palomas rodeando Monte Prieto a una misma cota hasta alcanzar la altura máxima en Cerro Coros (1.328 m.) Al inicio del sendero abundan los pinsapos (Abies pinsapo) y se da algún que otro ejemplar de Pendejo (Bupleurum spinosa), cuyos minúsculos frutos ya han madurado.

Desde nuestra posición privilegiada oteamos la población de Zahara de la Sierra, coronada por su impresionante fortaleza, y Algodonales desparramado en las laderas de la Sierra de Líjar.

Continuamos caminando por aquel cómodo sendero, tan cómodo como que el año pasado, a las dos semanas de mi Colecistectomía laparoscópica, fue el primero que recorrí a modo de entrante. Es lo mismo que estamos haciendo hoy, a modo de entrante de la inminente temporada de senderismo que está a punto de comenzar y que espero sea prolífica en entradas en mi blog.

Llevaríamos unos tres kilómetros recorridos cuando nos topamos con los primeros ejemplares de Peonía (Paeonia broteroi), endemismo ibérico que en algunos lugares la llaman rosa maldita. Tiene innumerables aplicaciones medicinales llegando a ser tóxica a dosis elevadas.

Por estas calendas las semillas, dispuestas en dos filas, alternan el color rojo con el negro de la madurez, mientras que la planta está completamente seca y quebradiza, de un intenso color amarillo pajizo.

Avanzado ya el sendero llegamos a un lugar de vistas impresionantes, a nuestros pies el Pantano de Zahara-El Gastor, en frente El Peñón del Gastor y el pico Lagarín y a nuestra derecha la pedanía rondeña de Montecorto repechando por el Cerro Malaver.

Pronto nos encontramos con un escorpión ( Buthus ibericus) y alguna que otra araña. Ni que decir tiene que cayeron “víctimas” del objetivo de nuestras cámaras fotográficas.

Una cálida y suave luz, ideal para la fotografía, resaltaba las doradas tonalidades del estío. Por debajo de nosotros planeaban buitres leonados (Gyps fulvus), y por encima, nos deleitamos con el vuelo acrobático de chovas piquirrojas (Pyrrhocorax pyrrhocorax).

Habíamos alcanzado una considerable altura cuando el “vientecillo” que peinaba aquellas cumbres se tornó frío y, a veces, desagradable. Las nubes, que se estaban formando a la caída de la tarde, ocultaban las cumbres más altas de la Sierra del Endrinal y en las estribaciones de la Sierra del Pinar dejaban tímidamente pasar los rayos de sol. Se alternaban las variaciones cromáticas del gris con la luminosidad de los rayos que atravesaban las nubes. Cuando llegamos al pueblo era noche cerrada, por su calles tenía lugar la tradicional procesión de la Patrona del Pueblo, la Virgen de los Angeles. Bien, ya tengo redactada la primera ruta de este “finde”.

Voy a por la segunda, continuará…

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