Centaurea

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Pues nada,…llegó el puñetero verano. Y este año me he propuesto que ni “la caló” ni las garrapatas condicionen mis salidas al campo, y es que… para una afición que tiene uno. De todos modos, una consideración a tener en cuenta: una cosa es que me lo proponga y otra bien distinta que lo consiga.

Ahí va mi primer intento para este veranito, me voy a poner a prueba, me voy a echar al monte. Para ello, nada más y nada menos que ir de la mano de la Sociedad Gaditana de Historia Natural, todo un lujo.

En esta ocasión la “expedición” tiene como finalidad conocer en su hábitat y de primera mano dos nuevas especies que se han descubierto para la ciencia en la provincia de Cádiz en los últimos meses. Por un lado una planta: Centaurea molesworthiae y por otro, un insecto acuático: Nyctiophylax (Paranyctiophylax) gaditana. Y como colofón a todo esto visitar unos dólmenes localizados en un alcornocal cercano.

Para llegar al hábitat de estas dos nuevas especies hemos de visitar el PN de Los Alcornocales, concretamente en las estribaciones de la Sierra de Ojén. Como punto de partida se eligió el Puerto del Cabrito, junto al Mirador del estrecho, y allí que coincidimos un nutrido grupo de naturalistas, científicos y aficionados a esto de la naturaleza.

Y hacía un viento…, ¡Oh my God!, que viento. Un fuerte levante que no nos abandonó ni por un instante, tal fue la cosa que ahora que redacto esta crónica continúo atusándome el pelo.

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Nos adentramos en el parque por una pista forestal de la mano de Juan Antonio García Rojas, perfecto conocedor de las joyas botánicas que atesoran estos parajes. No habíamos recorrido ni medio kilómetro cuando su vehículo se detuvo junto a unos desvencijados y ruidosos molinos de viento.

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Nos apeamos y el viento nos dirigió por un polvoriento carril hasta unos taludes, allí Juan Antonio nos mostró unos ejemplares de Teucrium bracteatum que tenía localizados, especie botánica de pequeño porte de distribución magrebí y recientemente andaluza. Tras la breve parada retomamos la pista.

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La pista, que serpenteaba por la ladera occidental de la Sierra de Ojén, fue sorteando numerosos arroyos que bajaban encajonados entre piedras y bosques propios de otra era.

La hilera de vehículos se fue deteniendo en determinados puntos del itinerario, nos apeábamos y subíamos ladera arriba entre quejigos, alcornoques y alisos, estos últimos junto al lecho de los cursos de agua.

Nuestra intención no era otra que localizar determinadas especies que ya habían sido avistadas en estos apartados parajes.

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En una de las subidas por el cauce del arroyo de montaña observamos que los hojaranzos ya no tenían flor sino frutos en proceso de maduración.

Un poco más arriba llegamos a una pequeña lagunilla que cobijaba diversas especies de anfibios y plantas adaptadas al medio acuático, y allí echamos un buen rato identificándolas y observando los renacuajos.

En las cercanías localizamos una pequeña planta: Scutellaria minor.

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Continuamos con nuestro cómodo periplo y unos kilómetros más allá llegamos a otro arroyo que bajaba muy alegre. Acometimos el ascenso por la empinada ladera y llegamos a un lugar donde el arroyo se encajonaba en lo más profundo del canuto.

Fuimos sorteando piedras y troncos caídos en la espesura del bosque, desde nuestra altura oímos allí muy abajo como rugía el arroyo, y en aquella escarpada ladera la hojarasca se convirtió en nuestra peor aliada, y pusimos especial cuidado en no resbalar.

centaurea-05bis Llegamos a un derrumbe donde encontramos la planta que andábamos buscando en aquel arroyo: Cheirolophus sempervirens, especie botánica muy rara y catalogada como en peligro de extinción.

Fotografiamos aquella hermosa y singular especie e iniciamos la bajada.

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Nuestra siguiente parada fue en el arroyo donde Antonio Ruiz y otros dos científicos habían localizado una nueva especie de insecto acuático, un tricóptero al que llamaron Nyctiophylax gaditana.

Sentado sobre las piedras y a la sombra de unos esbeltos alisos, Antonio, descubridor de esta nueva especie para la ciencia, disertó acerca de sus expediciones, periplos e investigaciones hasta conseguir identificarla. Una historia interesante, propia de aquellos descubridores del siglo pasado.

Posteriormente tomó una muestra de agua y hojarasca del cauce del arroyo, la vertió en una batea blanca y nos mostró a los organismos que la poblaban. Nos indicó que eran bioindicadores de la salud de aquellas aguas cristalinas donde la hojarasca en descomposición jugaba un papel determinante.

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Unos kilómetros más adelante llegamos a unas laderas despoblabas de árboles donde abundaban jaras y aulagas, y allí conseguimos localizar a la estrella de nuestra “expedición”: Centaurea Molesworthiae.

A pesar de que sus flores se presentaban casi marchitas allí que nos pusimos de rodilla entre pinchos y piedras para fotografiarlas.

Intentamos encontrar más ejemplares en los alrededores sin resultado, y es que la población aparecía muy localizada. Entonces albergamos la esperanza de que la población de un alcornocal cercano presentara mejores flores.

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Llegó la hora de la ingesta y buscamos un lugar resguardado del fuerte viento de levante. Tras dar buena cuenta de nuestras viandas decidimos acometer la última actividad prevista para esta jornada: Visitar la Caheruela y su conjunto dolménico.

Retomamos la polvorienta pista y unos kilómetros más allá aparcamos los coches en el margen. Nos echamos la mochila a la espalda y comenzamos a bajar por la ladera, oteamos allí a lo lejos la playa de Los Lances y un mar picado.

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Nos adentramos en el bosque de alcornoques y conseguimos localizar más ejemplares de Centaurea molesworthiae. Estos se presentaban con mejores flores y más cómodas de fotografiar, sobre un terreno sin desniveles, sin pinchos y sin piedras que se te clavasen en las rodillas.

Allí nos entretuvimos un buen rato.

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Retomamos el sendero y llegamos al primero de los dólmenes, construcción megalítica de carácter funerario.

Este conjunto fue descubierto recientemente por unos aficionados a la arqueología. Algunos de los dólmenes aparecían en muy buen estado de conservación, incluso con la cobija.

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Un poco más adelante nos topamos con los restos de una vivienda formada a base de piedras apiladas, pero de mayor tamaño a las usadas habitualmente para este tipo de construcciones. De ahí que pensáramos en la antigüedad de los restos de aquella morada. También localizamos un menhir y un lugar, en lo más recóndito del bosque, donde aparecían dispuestas piedras en círculos concéntricos. Seguimos más allá y localizamos los restos de una muralla defensiva a la sombra de los árboles.

Bueno,…y esto es todo. Una crónica algo breve y de redacción casi sin revisar, pero todo tiene un porqué, ando atareado en una faenilla que me apasiona: dibujar a la Centaurea molesworthiae.

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Nos vemos en la próxima, que espero sea pronto. Como dije al inicio del relato:

“…que ni “la caló” ni las garrapatas condicionen mis salidas al campo.”… en este puñetero verano.

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Te recomiendo la web de la SOCIEDAD GADITANA DE HISTORIA NATURAL, de la que soy miembro.

Espero que te haya gustado, dentro de poco…, más

 

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