Tajo de la Caína

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Cuentan las leyendas que en lo más recóndito del bosque habitan brujas y duendes.

Buen comienzo para una crónica, ¿verdad?…, pues a ver cómo termina.

Después de dejar atrás un mes de Marzo tan lluvioso como no se recuerda otro, esta segunda quincena de Abril estaba siendo algo calurosa, de hecho hoy precisamente apetecía ir a la playa. Pero no, no…, nosotros íbamos a tirar tierra adentro, y en esta ocasión tocó de nuevo andar por la Sierra de las Nieves. Dejamos atrás Ronda y tomamos la carretera en dirección a Yunquera. Mucho antes de llegar a este pueblo serrano, a la altura del Puerto del Viento, el cielo se cubrió de amenazadoras nubes grises.

Tras unos cuantos kilómetros por una sinuosa y estrecha carretera de montaña llegamos a Yunquera. De este pequeño pueblo partía una pista forestal que nos subió hasta el Puerto del Caucón, punto de inicio de nuestro sendero. Y allí, en el Mirador de Luís Ceballos, aparcamos el coche.

Abrimos la puerta y se coló un viento frío que casi nos hizo tiritar. Trasteamos en el maletero, nos abrigamos y terminamos de preparar las mochilas, nos la echamos a la espalda y comenzamos a caminar.

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Las nubes se mantenían estáticas a media ladera impidiendo ver picos y cresterías. Como si de una espesa niebla se tratase inundaban el valle y el bosque que se extendían ante nosotros.

Las copas de los pinsapos surgían de entre la niebla dándole un aspecto fantasmagórico a aquel lugar. En algunas ocasiones sólo adivinamos a ver la silueta difusa del bosque sin poder ver la cima de la montaña que teníamos delante,…nuestro destino.

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Un cómodo sendero nos llevó ladera abajo hasta el arroyo Zarrazalones. Cruzamos su lecho arenoso e iniciamos la subida entre un bosque de jóvenes pinsapos.

Poco a poco fuimos ganando altura por aquel escuálido sendero que se conocía como la Senda del Cerro de la Médica, curioso nombre. Líquenes completamente mojados cubrían las piedras del bosque con todas las tonalidades posibles del color verde, bonito lugar.

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Fuimos subiendo y subiendo y, casi sin darnos cuenta, habíamos alcanzado los 1.240 metros. Llegamos a un cruce de caminos y giramos a la derecha con la intención de visitar el Tajo de la Caína.

El sendero continuó ascendiendo entre pinsapos tan grandes y vetustos como catedrales.

Uno enorme aparecía caído sobre el sendero y nos tuvimos que agachar para sortearlo. A nuestra derecha el bosque y a nuestra izquierda…, más bosque todavía. La espesa niebla lo inundaba todo y llegó un momento que sólo veíamos la oscura silueta de los enormes árboles que teníamos ante nosotros.

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Salimos del bosque y llegamos a una zona donde los pinsapos aparecían dispersos. Un poco más adelante un panel informativo nos indicaba el mirador del Tajo de la Caína y otro nos avisaba de la peligrosidad del lugar y allí que nos asomamos.

Ante nosotros niebla, niebla y más niebla. Y nos quedamos con las ganas de deleitarnos con el paisaje que sabíamos con certeza que estaba allí. Y sabíamos de su belleza por las fotos que habíamos visto colgadas en interné,… que rabia. Bueno…, ya teníamos un motivo para volver.

Venga,…buscad las imágenes en interné y os sorprenderá la belleza del lugar, os espero.

Bonito lugar…, ¿verdad?. Os lo dije. Bueno…, continúo con la crónica.

Y ahora, llegados a este punto concreto del relato es cuando tenía que hablar de brujas, tal y como inicié la crónica. Bueno…, pues nada…, ahí va:

Cuenta la leyenda que en unos bosques próximos a Yunquera, en aquellos olvidados tiempos de la Santa Inquisición, vivía una bruja llamada Caína en una cabaña en lo más recóndito de aquellos parajes. El Alto Tribunal la acusó del asesinato de unos pequeños que aparecieron muertos en un pozo cercano a su morada, y la condenó no a morir en la hoguera sino a ser arrojada desde lo más alto de aquellos escarpes. Consideraron que una bruja con el nombre femenino de Caín no podía ser ajusticiada como las demás y optaron por arrojarla al vacío. De ahí que a este lugar se le conozca como El Tajo de la Caína.

Ya hablé de brujas, queda pendiente lo de los duendes. Que digo yo…, que los llevamos buscando desde que comenzamos el sendero. Ni los vimos, ni encontramos huellas y tampoco los oímos.

Cuenta la leyenda que en lo más profundo del bosque…

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Nos sentamos sobre una piedra en aquella despejada ladera donde soplaba un viento frío y húmedo de mil demonios que nos estaba mojando. Entonces decidimos desandar el sendero hasta el cruce de caminos y tomamos la senda que partía a la derecha. Continuamos deleitándonos con la belleza y la soledad del bosque que cubría aquel apartado lugar.

Habíamos subido por una ladera, orientada a norte, cubierta por un bosque monoespecífico de Abies pinsapo. Ahora, ese mismo sendero comenzó a bajar por una ladera orientada a sur y los pinsapos se entremezclaron con ejemplares de Pinus halepensis, incluso más altos si cabe.

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El hueco que quedaba en el bosque tras caer un árbol era rápidamente colonizado por otras especies, entre ellas se entablaba una pugna por conseguir una mayor altura buscando la luz y así derrotar al oponente.

Nos detuvimos a observar sosegadamente el suelo del sotobosque, y allí, rodilla en tierra, fuimos testigos de cómo todo un enjambre de pequeñas plántulas de pinsapo emergía de la tierra. Muchas de ellas aún coronadas por el piñón y algunas incluso con éste adherido a la escama. Los pequeños pinsapos pujaban por ocupar el hueco dejado en el bosque por el que probablemente fuera su progenitor.

Después de estar un buen rato casi tirados en el suelo húmedo del bosque escudriñándolo y siendo testigos de este proceso natural, que para muchos pasaba desapercibido, retomamos el sendero.

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De repente la niebla se disipó a nuestra izquierda, esto nos permitió observar un impresionante cortado calizo coronado por unos pinsapos que desafiaban las leyes de la gravedad, se erigían cual estandartes de la sublime y agreste belleza de aquellos parajes.

El sendero continuó por aquella ladera y pusimos sumo cuidado en la bajada para evitar caídas y resbalones. En el extremo oriental del cortado calizo observamos una cueva en un lugar de fácil acceso, decidí no aventurarme más allá repechando aquellos escarpes y continuamos ladera abajo.

Llegamos al fondo de la garganta, cruzamos el cauce seco del arroyo e iniciamos la subida por la otra vertiente.

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Al llegar a un pequeño collado cubierto de gramíneas, desde donde oteamos Yunquera, el sendero giró bruscamente a la izquierda y nos situó de nuevo en la vertiente por la que subimos por la mañana.

Una vez más nos habíamos adentrado en el reino del pinsapo, y comprobamos que la nube aún permanecía estática a media ladera ocultando cimas y cresterías.

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Cuando llegó la hora del almuerzo localizamos un lugar seco en medio de la floresta. Nos cobijamos bajo un vetusto pinsapo y usamos sus raíces a modo de asiento. Pausadamente dimos buena cuenta de nuestras viandas, absortos con la sublime belleza de aquel bosque que se extendía a nuestros pies, y oyendo cómo el viento aullaba por los cortados y entre las ramas de los árboles. En la ladera que teníamos delante, allí, muy arriba, vimos el Puerto del Caucón, nuestro destino.

Tras la ingesta retomamos el sendero que nos llevaría, bajo el dosel forestal, hasta el cauce del Arroyo Zarrazalones. Tras pisotear su lecho arenoso y seco iniciamos la subida por la otra vertiente.

Nos quedaba poco para finalizar el sendero, subíamos por aquella ladera caliza cubierta de jaras y gamones cuando pensé en aquellas leyendas sobre brujas y duendes, y caí en la cuenta de que sólo se trataba de eso…, de leyendas.

Habíamos recorrido aquellos recónditos y solitarios parajes cubiertos de prístinos bosques de pinsapos entre la espesa niebla y no nos habíamos encontrado ni con brujas ni con duendes.

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A pocos metros de alcanzar el Mirador de Luis Ceballos me llamaron la atención unas esbeltas orquídeas de color rosado.

Y me dispuse a fotografiarlas, saqué el trípode de la mochila, lo desplegué, le monté la cámara, miré por el visor, ajuste los parámetros y disparé.

El objetivo de mi cámara captó unas pequeñas inflorescencias antropomorfas que me sonrieron, y pensé… ¿geniecillos?.

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Todo este contenido lo tenéis a vuestra entera disposición de una forma más dinámica e interactiva en MI WEB PERSONAL

Por otro lado agradezco a Rafa Flores de GRUPO EXTREMO la infomación que me facilitó para la realización de este sendero.

Espero que os guste

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Una respuesta a Tajo de la Caína

  1. Jose Manuel Amarillo dijo:

    Orchis papilionacea!!, llevo años detrás de ella. Ya me pasas el «güaipoin». Buen relato Carlos.

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