Karst de la Utrera

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Ayer fuimos a la playa, sólo a verla,…a comprobar que el verano había acabado de una vez por todas. Nos acercamos a la costa y pudimos constatar su soledad. El viento mecía las gramíneas que decoraban las dunas, unos nubarrones se extendían por el horizonte amenazando lluvia y las olas nos impedían ver el castillo de Sancti Petri. Miramos a nuestra derecha y vimos la milenaria ciudad de Cádiz, iluminada por unos tímidos rayos de sol. Paseamos entre las dunas y la humedad de la brisa marina nos refrescó la cara. Océano Atlántico.

Mar Mediterráneo. Me hablaron de un lugar en la provincia de Málaga. Un lugar que, en su día, pasó desapercibido para aquellos viajeros románticos que dieron a conocer nuestro bello Sur. Atraídos por la cercana y esbelta Sierra Bermeja y por la más distante Sierra de la Nieves pasaron de largo por estos parajes y no le dieron el protagonismo que igual merecía.

Me hablaron también de que este lugar tenía sus días contados, y antes de que desapareciera nos propusimos visitarlo.

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Para llegar a aquel lugar cruzamos toda Cádiz, hay que ver lo bonita que están dejando esta hermosa provincia,…qué bien decorada,…qué gusto,…esos ventiladores blancos de luces intermitentes girando al unísono,…qué bonito. Miro esas laderas, esas crestas, esas lomas, esas llanuras sembradas de ventiladores y se me saltan la lágrimas,…no puedo contener la emoción. No hay lugar donde mires que no esté salpicado de estos artilugios giratorios, no hay una foto de paisaje donde no aparezcan estos malditos. Dicen que es el futuro,…de unos pocos.

Poco después de secarme las lágrimas de ver tanta “belleza” llegamos a la Bahía de Algeciras y continuamos por la autovía hacia el Este, hacia Manilva. En esta población malagueña cambiamos de rumbo y giramos al norte, hacia Casares, por una cuarteada carreterilla en tal mal estado que no podías exceder los 50km/h., la A-377. Nos llamaron la atención las laderas cubiertas de viñedos de hojas ya rojizas, las vides aparecían tiradas en el suelo sin ningún tipo de soporte, cada dos por tres destartalados cañizos y carteles de “se vende uva”,…pero sin uva.

A nuestra derecha nos llamó la atención una profunda herida en la tierra, una cantera, la principal amenaza que se cierne sobre el lugar que pretendemos visitar. Una cantera que va a devorar sin compasión un lugar único: El Karst de la Utrera, el conjunto calizo más meridional de toda Europa.

Nada más dejar atrás la cantera tomamos un carril a la derecha, tras sortear dos pasos canadienses y cruzar las casas de un pequeño cortijo llegamos a un ensanche del camino, allí estacioné el vehículo. Terminamos de preparar la mochila y me la eché a la espalda, encendí la cámara, me la colgué del cuello e iniciamos la marcha.

El pedregoso camino, siguiendo el curso de un arroyo, bajaba hasta la impresionante mole caliza que teníamos enfrente, después giraba hacia la derecha en dirección a otro cortado calizo, aún más grande. Si hubiéramos seguido el cauce de este arroyo pasaríamos entre los dos cortados por el Canuto de la Utrera. Pero nuestra intención no era bajar ahora por allí, eso sería después.

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Nuestro interés se centraba en subir hasta la cima de la mole caliza de enfrente. En pocos metros teníamos que salvar una altura considerable, ardua tarea. Escudriñé el borde del farallón que teníamos delante y adiviné por donde sería más fácil acceder, un pequeño puerto entre dos enormes piedras. Y allí que fuimos subiendo, poco a poco, por un paso de cabras entre lentiscos, palmitos y acebuches achaparrados. Nos paramos en varias ocasiones intentando localizar el sitio óptimo para seguir subiendo. Nos faltaban pocos metros para alcanzar la cima y ahí,…comenzamos a repechar, ejercitando músculos de la mano que estaban sin estrenar.

Y por fin alcanzamos el borde del cortado, dos enormes piedras de forma curiosa nos dieron la bienvenida. Ante nosotros se extendía una meseta boscosa salpicada de formaciones pétreas, éstas eran las que queríamos fotografiar antes de que llegara la frenética actividad de la cantera y lo devorara todo,…inexorablemente.

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El suelo aparecía cubierto de pasto mojado, algunas flores de mandrágora aquí y allá, y excrementos de cabra. Fuimos siguiendo una escuálida senda y nos internamos en aquel paraje. De entre los lentiscos emergían piedras calizas de mil y una formas, muy vistosas.

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Llegábamos a un lugar y desaparecía el sendero, y allí que nos metíamos de lleno en el matorral soportando la antipatía del jerguen y las caricias del lentisco.

Salimos del espeso matorral y llegamos a una formación pétrea casi horizontal. En este punto nuestro paso se tornó ligero saltando y brincando cómodamente sobre las piedras, hasta que se terminó la piedra,…claro. De nuevo nos tuvimos que “zambullir” en el abigarrado matorral.

El sendero se coló entre dos enormes lentiscos, apartamos unas ramas y salimos al claro. Ante nosotros se nos mostró un sitio encantador, como si de la obra del mejor de los decoradores se tratase aparecían dispuestas varias piedras talladas por la naturaleza y en su base algunos palmitos a modo de atrezzo,…bonito lugar.

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Llegamos a un callejón sin salida entre aquellas formaciones rocosas y decidimos volver sobre nuestros pasos. Nos «sumergimos» de nuevo en el matorral y retomamos el escuálido sendero. Unos metros más allá volvimos a toparnos con más y más piedras de forma caprichosa. Trepé por una de ellas para intentar saber qué teníamos delante y caí en la cuenta de que en aquel lugar era muy fácil perderse, el abigarrado matorral lo cubría casi todo y no existía nada que pudieras tomar como punto de referencia,…estábamos en un auténtico laberinto. Esta apreciación decidí no comentarla con el otro 50% de la “expedición”: my wife.

Me quedé calladito y continué con la marcha. Llegamos a un lugar en el “sendero” donde aparecían dispuestas varias piedras a modo de asiento. Nos detuvimos y busqué en la mochila las emisoras, les instalé las pilas, las encendí y comprobé que funcionaban. Sintonicé un canal común y mientras ella permanecía sentada en uno de aquellos asientos pétreos tomando el sol me volví a sumergir en el matorral intentado averiguar qué habría más allá.

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En un claro, entre los matorrales, me tope con un enorme acebuche, el abuelo de aquel lugar y más allá,…más formaciones rocosas. Llegué a la base de una de ellas y me subí cómodamente. Desde aquella atalaya oteé lo que se extendía a mis pies, una amalgama de piedras de formas caprichosas modeladas por la naturaleza que emergía de la tupida vegetación,…espectacular.

Estaba a punto de bajar de la piedra y me disponía a explorar aquel lugar cuando oí unas voces, sonaron aparentemente cerca en la inmensa soledad de aquel paraje. Entonces decidí no aventurarme más allá.

– Carlos, ¿dónde andas? – sonó la emisora entrecortada

– Sí, dime – le contesté

– He oído unos ruidos… – dijo my wife.

– Estoy volviendo.

Más pronto que “ojú” la expedición se reagrupó. Lo cierto es que aún no sé cómo fui capaz de llegar tan rápido entre tanta piedra y matorral. Los ruidos eran las voces que yo también había oído, el eco de gente que estaría practicando la escalada sabe dios dónde.

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Retomamos la marcha y el matorral se hizo mucho menos espeso. Llegamos a un lugar que casi nos traslada al Valle de los Reyes, allí en el Antiguo Egipto. Una enorme piedra asemejaba la esfinge de Gizeh, con matices,…claro. Allí permanecía quieta desde hacía millones de años, impasible, esperando la llegada del apetito voraz de la cantera,…qué pena.

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Ya que el camino era mucho más cómodo y el sendero aparecía despejado decidimos seguir explorando aquella extensa meseta, pusimos rumbo sur hacia unas formaciones rocosas que nos llamaron la atención allí a lo lejos. El lapiaz tomó protagonismo, caminábamos sobre enormes piedras donde había unas profundas grietas de las que no veíamos el fondo.

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De pequeños circos emergían las copas de árboles y nos llamó la atención que estos, a nuestros pies, fuesen tan altos y de gruesos troncos. Y es que la altura desde nuestra posición hasta la base del circo era notable, evidentemente éste no era un lugar para andar de noche,…y casi ni de día.

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Oteamos el horizonte y, entre las caprichosas formaciones rocosas, allí a lo lejos,…vimos el mar. Mar Mediterráneo. A nuestra izquierda aparecía la costa de Málaga salpicada de pueblos,…y urbanizaciones.

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Se aproximaba la hora del almuerzo y decidimos abandonar la meseta. Para ello antes debíamos localizar el lugar por donde habíamos subido. Poco después, casi sin darnos cuenta, ya estábamos bajando por aquella empinada ladera. A medio camino cambiamos ligeramente de rumbo con la intención de fotografiar el Canuto de la Utrera desde arriba. Caminamos por un sendero manteniendo una misma cota y llegamos al inicio del canuto, me aventuré unos metros más allá y las vistas fueron espectaculares, el arroyo se encajonaba entre dos impresionantes paredes calizas.

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Volvimos atrás y terminamos de bajar de aquel lugar, llegamos al camino que habíamos abandonado por la mañana y giramos a la izquierda, pusimos rumbo al Canuto de la Utrera.

Mientras almorzábamos comentamos que sólo habíamos visitado una pequeña parte de aquel hermoso lugar y no nos había defraudado, ni mucho menos. Con más tiempo hubiésemos seguido explorando aquella meseta salpicada de piedras de caprichosas formas y aquí, hubiésemos seguido aguas abajo por el Canuto de la Utrera.

Conducía el coche por aquel estrecho carril y miré por el espejo retrovisor, allí quedó aquel abrupto y bello paraje. Y nos quedamos con la duda de si podríamos volver a visitarlo antes de que el apetito voraz de la cantera acabase con él.

Continuará,…espero.

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Toda esto lo tienes a tu entera disposición en MI WEB PERSONAL de esta temporada.

Espero que te guste.

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7 respuestas a Karst de la Utrera

  1. Jesús Ortiz dijo:

    Pedazo de crónica Carlos.Lo que me he reido aquí solo con el comentario de estarse calladito y no decirle nada a tu mujer jajaja, eso suele pasar a menudo mejor no abrir la boca si no el chaparrón que nos cae no veas, a ver como le digo yo a mi mujer ahora que nos hemos «perdío» jajajaja.

  2. Te pego el enlace a la campaña de concienciación social que estamos llevado a cabo desde la Plataforma ciudadana por la protección de la Sierra de la Utrera.

    http://www.change.org/es/peticiones/por-la-protecci%C3%B3n-del-karst-m%C3%A1s-meridional-de-europa-declaraci%C3%B3n-como-bien-de-inter%C3%A9s-cultural-b-i-c-con-la-clasificaci%C3%B3n-de-zona-patrimonial-para-la-sierra-de-la-utrera-casares-m%C3%A1laga

    Tienes un enlace a explicaciones de primera mano de uno de los arqueólogos que la integran en http://www.goear.com/listen/bc073d4/entrevista-al-arqueologo-jose-suarez-cadena-ser-29102013-jose-suarez-padilla-plataforma-ciudadana-proteccion-sierra-utrera

    Y más información sobre los valores de esta conjunto calizo en http://www.iluana.com/club_actividades_detalle.asp?idnoticia=123

    Gracias por la difusion.
    Plataforma ciudadana por la protección de la Sierra de la Utrera

  3. Carlos dijo:

    Pedazo de crónica, me ha gustado, «hay que ver lo que podemos correr cuando a uno lo llaman». Enhorabuena y saludos

  4. jode luis dijo:

    Enorme trabajo fantastica narracion y fotografias.
    Gracias

  5. Fernando Olmedo dijo:

    Fantástico paraje, tus crónicas viajero-gráficas son un descubrimiento. Enhorabuena.

  6. sotosendero dijo:

    Jesús, Carlos, Jode Luis, Fernando etc..muy agradecido por vuestros comentarios. Por otro lado Fernando, comentarte que en el siguiente enlace tienes todas mis crónicas en formato PDF, por si fueran de tu interés

    http://www.sotoimagen.es/entrepalurdasybellotas/

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