Cazorla – Poyos de la Mesa

Domingo – día II

Vamos a recorrer un sendero de color amarillo que es la estrella de nuestra “expedición”, se trata de los Poyos de la Mesa. Nuestro objetivo es alcanzar su cima, unos impresionantes farallones calizos de enormes cortados que dan vértigo con solo mirarlos coronados por una extensa meseta. Para “engatusar” a la comandita le quité cinco kilómetros al recorrido.

El sendero parte de la Nava del Espino y con un acusado desnivel discurre entre tupidos bosques de pino en las laderas del Cerro Galán. Finalizada la agotadora subida llegamos a la Loma de la Mesa

A más de 1.600 metros de altura el sendero, aunque cómodo, parecía no tener fin. Aquí fuimos conscientes de la enorme extensión de la meseta. Un suelo arenoso salpicado de afloraciones calizas donde los pinos alcanzaban una gran altura.

Abandonamos un pequeño bosquecillo y nos aproximamos al borde de la meseta en un lugar donde cuatro enormes pinos hacían las veces de barrera de seguridad, como indicando: “hasta aquí”. El viento aullaba en aquellos parajes. No tuvimos el suficiente valor como para acercarnos a ver aquellos cortados. Enfrente una montaña bella donde las haya, asemejaba un castillo de cuento de hadas con increíbles caídas boscosas de una verticalidad inusitada: El Picón de los Halcones.

Por fin se acabó el bosque de enormes pinos y ante nosotros una extensión de herbáceas salpicadas de abundantes y laceradas piedras calizas. Un tono amarillo pajizo lo inundaba todo, atrás quedaron la tonalidades del verde.

A nuestra derecha, en la misma dirección que la Nava del Espino observamos la grandiosidad del paisaje, unas majestuosas paredes verticales. A pesar del fuerte viento reinante recorrimos el perímetro de aquellos cortados.

Unas vistas increíbles, allí abajo la aldea de Vadillo-Castril, enfrente y rodeado de bosques el Parador Nacional del Adelantado, a nuestra izquierda las sierras donde nace el río Guadalquivir, a nuestra derecha, en dirección al Pantano del Tranco, sierras y más sierras, picos y más picos. Por debajo de nosotros planeaban los buitres leonados.

Bajo un longevo pino laricio dimos buena cuenta de nuestras viandas, en eso estábamos cuando un grupo de senderistas, bien pertrechados, nos saludaron al pasar. Es la única ocasión que coincidimos con personas en nuestro “senderear” por estas sierras. Seguían nuestro mismo sendero pero su andar era mucho más grácil y  ligero. Me llamó la atención que ninguno llevara cámara, todos iban concentrados en sus menesteres. Estoy pensando que a lo mejor lo que nosotros hacemos no es senderismo, hummmm… ahora tengo la duda.

Nuestra actividad se caracteriza por:

1.- Nos levantamos muy temprano

2.- Nos echamos la mochila a la espalda

3.- Caminamos por un itinerario natural que hemos estudiado previamente

4.- Nos vamos deteniendo constantemente con cosas que nos parecen muy interesantes pero que para la mayoría de los mortales son tonterías, que si una florecilla, que si un hueco en un árbol, que si esta piedra es tal o es cuál, que si aquel ave que vuela es un milano negro o un milano real, que si una concha de náyade, ja. ¿Quién se para a observar conchas de moluscos en el cauce seco de un río?, ¿Quién?, nadie,… sólo Amarillo, Paco, Juan, Pablo, Oneto, Iñigo, mi hijo, …y pocos más

5.- Cuando lo consideramos oportuno, nos detenemos, nos sentamos en una piedra, preferiblemente a la sombra, …uno saca un bocadillo de chorizo, …otro saca de la mochila una frutita.

6.- Cuando nos “jartamos” nos damos la vuelta y “p´al” coche.

Esto es lo que caracteriza nuestras salidas al campo. Verás tú que lo que nosotros hacemos no es senderismo sino otra cosa que todavía no tiene nombre.

Continúo con la crónica, porque esto está tomando unos derroteros… Para abandonar la meseta y alcanzar cotas inferiores abandonamos el sendero y trazamos una línea recta, pasamos por bellos rincones que no habíamos visitado antes, vimos suaves depresiones del terreno rodeadas de altísimos pino laricios que filtraban los rayos de sol, y tuvimos que rodear enormes piedras, de una de ellas salió presuroso un jabalí. Mientras estuvimos en Cazorla oímos todo un repertorio de acepciones para Sus scrofa: puerco, marrano, cochino, jabalises, jabalín, cerdo,…

Antes de acometer la bajada nos asomamos al Rastrillo de la Víbora, lugar de notable belleza. Mucho más presto que la subida fue la bajada. Llegamos al coche y pusimos rumbo a Arroyo Frío. Antes de llegar a la aldea decidimos tomar un refrigerio en una media venta que existe en el cruce que une las carreteras de Burunchel, Arroyo Frío y Vadillo-Castril. Sitio agradable y fresquito a la sombra de unos chopos, sitio agradable hasta que llegó la hora de pagar. Pensé para mis adentros “una y no más, Santo Tomás”.

Esta entrada fue publicada en Naturaleza. Guarda el enlace permanente.

2 respuestas a Cazorla – Poyos de la Mesa

  1. Jose Manuel AV dijo:

    Bueno Carlos, esta crónica es genial. El inciso que haces pensando en voz alta lo majareta que estamos algunos buscando conchas por los rios secos, es muy bueno. Y la excursión muy guapa, aunque hagas trampa con tus co-expedicionarios. Mentiras piadosas, diría yo, que merecen la pena.

Deja un comentario